Entre los rasgos más simpáticos de Los detectives salvajes (novela que, creo, era yo la única persona en el mundo hispánico que no había leído hasta hace poco, cuando mis jóvenes alumnos y amigos, bolañomaniacos, me convencieron) está esa parte final cuando, en pleno desierto de Sonora, el joven poeta Juan García Madero se pone a hacer un repaso de prosodia clásica (¿qué es un glicodio?, ¿y un saturnio?, ¿y un hemíepes?, ¿y un moloso?, ¿y un ictus?, etc.). Belano y Lima no saben casi nada, pero cuando sale a relucir el nombre de Arquíloco, Lima dice: “Gran poeta” y Belano recita:
Corazón, corazón, si te turban pesares
invencibles, ¡arriba!, resístele al contrario
ofreciéndole el pecho de frente, y al ardid
del enemigo oponte con firmeza. Y si sales
vencedor, disimula, corazón, no te ufanes,
ni, de salir vencido, te envilezcas llorando en casa.
La versión es la de Juan Ferraté de Líricos arcaicos griegos (la misma de donde salió el poema de Safo de la última entrada), libro que recomendaría yo a todo el mundo. Belano no cita el poema completo. Éste termina:
No les dejes que importen demasiado
a tu dicha en los éxitos, tu pena en los fracasos.
Comprende que en la vida impera la alternancia.
Recuerdo bien esa parte, me sentí en la escuela. ¡Uy! y con el licenciado Basilio. Jajaja.